Aún recuerdo el día en que decidí que iba a estudiar Administración y Dirección de Empresas… Ese día fue un día duro para mí, porque yo deseaba con toda mi alma estudiar Bellas Artes.

El primer baño de realidad que me dio la vida con respecto al área laboral, me lo lleve cuando mi madre con todo el amor del mundo me dijo que los poetas, los pintores y los cantantes (desde luego no hablamos de Shakira) les cuesta mucho ganarse la vida viviendo de su obra y fue entonces cuando decidí qué, ya que no iba a tener dinero por ese medio, estudiaría una carrera que me diera lo suficiente para montar mi negocio y luego sí me dedicaría a hacer lo que me apasionaba. Lejos estaba yo de imaginar que jamás llegaría ni siquiera a cumplir con mi sueño de ser una empresaria, hasta pasados más de 18 años…

Cuando entré a la universidad creía en esto de sal del instituto, estudia una carrera, cásate, sé una profesional exitosa, compra casa y coche, ten hijos, haría todo lo que estuviera en mi mano para triunfar (porque se supone que esa es la fórmula del éxito y la felicidad ¿no?) y llegar a mi madurez con dinero para poder dedicarme a todo lo que no había podido hacer, cuando estuviera jubilada, pero la vida da muchas vueltas y la segunda lección laboral que me enseño fue que:

 “por más de que sigas la fórmula de la felicidad, nada te garantiza que vayas a tener éxito, excepto tú y tus ganas de mejorar, crecer, avanzar y ascender

Al salir de la universidad con mi fabuloso cartón-título debajo del brazo, comencé a buscar trabajo y nada, no había manera de encontrar algo que hacer con él, no pude ni colgarlo en la pared, así que en una carpeta se quedó. Cuando decidí venir a España pensé que por fin podría utilizar mis conocimientos, y mi tan preciado título universitario viajo conmigo 10.000km y al llegar tampoco fue usado.

Comencé mi carrera profesional haciendo lo que la mayoría de gente suele hacer, me resigne y cogí lo primero que me ofrecieron, porque tenía tanta prisa, tenía que aplicar toda la fórmula de la felicidad y yo con 26 años ya era muy vieja, había comenzado tarde y tenía que recuperar el tiempo perdido (claro, esto en el espacio-tiempo colombiano, no español).

En Colombia con 25 años ya no te contratan en la banca, porque eres muy mayor, imaginaros cuando llegué aquí creyéndome que ya era muy vieja en todos los sentidos, recién casada, sin haber ejercido mi carrera, con 27 años, sin éxito, sin casa, ni coche, sin hijos… ¡Qué horror!…

Resultado: que en Colombia me contrataron para trabajar en IBM, de asistente ejecutiva, no era lo que había estudiado, pero no había trabajo y me resigné y acepté. Cuando llegué a España por aquello de que no tenía experiencia me ofrecían maravillosos contratos de Becaria qué, si tenía suerte me pagaban 300€ por 8 horas de trabajo, pero claro tenía el pequeño inconveniente de que tenía que comer y pagar mis cuentas, por tanto, mi experiencia en IBM pesó más y volví a conformarme.

Años después…

Mi vida se vio interrumpida abruptamente y mi plan de sobrevivir como secretaria se vino abajo. En todos esos años aprendí muchas cosas, 17 años de experiencia laboral dan para mucho…

«Aprendí que hay que luchar por lo que quieres y que, si tu no lo haces, nadie lo va a hacer por ti»

Si hubiera luchado por mis bellas artes… Si hubiera luchado por ejercer mi carrera… Si hubiera luchado por salir de donde estaba y hacer lo que realmente me apasionaba… Lo más importante es que ahora ya aprendí que no voy a volver a decir “y si…”

He montado mi negocio, voy a poder ejercer y usar mi carrera, estoy luchando por lo que me apasiona y lo que me hace realmente feliz que es ayudar a las personas, a mejorar en el área laboral para que sean felices en sus trabajos, con Coaching y Formación les doy consultorías individuales para que consigan el trabajo que desean y además formo a grupos de trabajo para que aprendan a comunicarse bien, a llevarse bien y a buscar ser felices, mejorando su productividad.

Aprendí qué:

“Si tienes miedo de hacer algo, hazlo con miedo, pero hazlo”

Aprendí que tengo que confiar en mí y en mis capacidades:

Si no lo sé no pasa nada, lo puedo aprender, puedo desarrollarlo, puedo mejorarlo, puedo formarme y conseguirlo.

Ahora sé que todo se basa en eso en creer en mí, si yo tengo la fe, los demás también, aunque he de confesarte que los demás sí que han tenido fe en mí y he sido yo la que no la tuvo -hasta hace muy poco tiempo- por eso permanecí haciendo, siendo y teniendo lo que no quería durante años y años.

Por eso me encanta esta frase, porque ahora sí que la entiendo:

“Si no te gusta donde estás muevete, no eres un árbol”

Aprendí que la actitud en esta vida lo es todo:

Yo siempre he tenido una actitud luchadora, pero sobre todo de triunfadora. Siempre que alguien me infravalora me hace el favor más grande del mundo y han sido muchos los que lo han hecho y les estoy inmensamente agradecida por ello, porque es entonces cuando me crezco.

Las adversidades pueden ser muchas, pero yo soy más fuerte y me lo demuestro, (no a los demás, sino a mí misma) y me enorgullezco y es cuando me doy cuenta de que pase lo pase mi actitud siempre ha hecho la diferencia, a pesar de que no fuera la profesión que escogí me esforcé siempre por dar lo mejor de mí y eso se notaba.

A pesar de tantas caídas siempre me he levantado con la cabeza más alta, porque aprendí a quererme.

Aprendí que de las caídas es de donde más se aprende:

Me he caído y he cometido muchos errores en mi vida y antes odiaba tener que admitirlo, antes me ponía furiosa conmigo misma, porque sencillamente tenía que ser perfecta.

Hoy sé que cada error te enseña, cada caída te ayuda a levantarte y a continuar con más fuerza y sobretodo con más sabiduría, así que ahora me abrazo y me mimo, he aprendido algo muy importante, a tener compasión conmigo misma.

“No todos los súper héroes llevan capa”

Así que no siempre tengo que escalar la montaña más alta, ni ser la mujer perfecta, lo que sí debo hacer es hacerlo lo mejor que sé y si las cosas no salen como quiero, por lo menos he aprendido una manera en la que no se hace y volveré a intentarlo tantas veces como haga falta para que yo me sienta feliz con mi esfuerzo.

Aprendí que siempre hay que aprender de tus errores, pues ellos te hacen sabio:

Y agradezco este aprendizaje. Tengo la certeza de que se aprende más de los errores y de las cosas malas que te pasan en la vida, qué de las cosas buenas, por eso siempre me pregunto ¿para qué me ha pasado esto?

De hecho, mis mejores profesores no fueron los buenos que me pasaban el año, no… fueron los que me hicieron sudar, los que no me lo pusieron fácil, los que me exigían porque sabían que yo podía hacerlo mejor y que lo conseguiría porque me iba a esforzar, los que me picaban el orgullo, a ellos nunca los olvidaré.

Así como en la vida mis mejores profesores han sido todas aquellas personas que me apoyaban e impulsaban a ser mejor y a dar lo mejor de mí, los que no daban por hecho nada, los que lo querían todo perfecto a la primera, esos fueron los mejores.

Con las empresas me pasó igual, fueron esas, las más duras, en las que mi formación continua siempre era obligatoria para: hacer bien mi trabajo y llevarme bien con mis compañeros. Las que querían una persona que quisiera mejorar cada día, esto me daba la posibilidad de tener buenas evaluaciones, mantenerme en mi trabajo y para ascender, las que me daban los bonus por mis méritos y no porque era para todos.

He aprendido muchas cosas que me encantaría compartir contigo y lo haré, porque cada cosa que aprendes y que se te queda grabada a fuego en el alma te ayuda a avanzar y «yo quiero que avances, que crezcas, que seas cada día feliz» y para que esa felicidad llegue a tu vida en el área laboral, “por favor no te conformes”.

Contáctame, busquemos juntos ese nuevo camino, no te quedes en el “y sí…”  lucha por lo que quieres y hazlo «ahora»

yyy… Aprendí que ¿para qué esperar a mañana para ser feliz, cuando puedes serlo hoy?

Photo by David Marcu